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… pero muy a menudo no conducen. Parece mentira pero aún hoy, mujeres de cualquier edad, dejan conducir a sus maridos o a sus parejas o a sus amigos. Han pasado varias generaciones desde que las mujeres han aprendido a conducir, pero la costumbre de que quien conduce es el hombre es tozuda. En una época en la que reivindicamos la libertad y la autonomía, desplazarse en coche que es la imagen misma de la libertad sigue en manos de los hombres. Las mujeres siguen renunciando a conducir. Algunas conducen instrumentalmente si van solas, para ir al trabajo, para llevar a los niños al colegio o a las actividades extraescolares, para llevar a los familiares al médico, pero cuando se trata de ir de vacaciones, de hacer turismo o simplemente de salir con su pareja, las mujeres ceden el volante. 

La afición por el coche es cosa de hombres y conducirlo también. Aunque el viaje sea largo, aunque el hombre se canse, aunque a ella le guste conducir, quien conduce es él y la mujer acepta ir de copiloto o detrás con los niños.
En la publicidad la que acompaña a los niños en el asiento trasero "para que vayan relajados durante el viaje" es la madre y nunca el padre. Aún se les pregunta a los niños quien conduce mejor el papa o la mama. El coche es un reducto de las costumbres de división de tareas en la familia. Los hombres arreglan las cosas que se estropean, cuelgan los cuadros, reparan, pintan y aunque la mujer ha hecho su aparición en el mundo del bricolaje, es él quien sigue siendo el protagonista de la chapuza casera.

Madres e hijas dejan conducir a sus maridos generación tras generación.

La mujer acepta no conducir a veces por no discutir, o porque dice que no le gusta y así perpetúa el statu quo que nos transmite que los hombres controlan el mundo físico, van a toda velocidad, se sienten poderosos y libres en coches cada vez más grandes y modernos. Ellos son los que saben del funcionamiento de los objetos, los que pagan, los que arreglan juguetes, saben de electricidad.

En apariencia ceder el volante es un acto sin importancia. También en verdad que intentar cambiar.

¿Qué podemos hacer?

Imperativamente empezar a tener un mayor control sobre el coche. Pedir a los hombres acompañen a sus hijos detrás, repartirnos el trayecto en los viajes… y dejar de actuar como si pensásemos que conducir es cosa de hombres.
Hacerlo con asertividad. Con la misma asertividad que utilizaremos para arreglar también las bombillas y para controlar la vida profesional pensando qué dejamos de ganar por no negociar con nuestros compañeros de trabajo, por no pedir un aumento de sueldo o una promoción, qué oportunidades perdemos por ahorrarnos esas negociaciones y qué ganaríamos si las llevásemos a cabo.


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Las mujeres saben conducir... 
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